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Hay un perro pequeñito...

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lunes, 2 de enero de 2012

"Santa Claus, Santa Claus, viejo desgraciao..."

¿Sabéis lo realmente bueno de las Navidades?


Yo no.


Me parece que lo último que querría hacer alguien cuerdo es ver a su madre, a su tío y a su abuela bailando "la Macarena" semi-desnudos, sin pronunciar ninguna palabra correctamente, mientras el sobrino les aplaude, otro grita que se callen, que no oye la tele, otro juega al bingo (sí, solo), unos cuantos están tan dormidos que no se enteran de nada y el enano, vestido de Papá Noel, pide sus regalos mientras corre en circulos por la habitación porque los quince que le han dado no le parecen suficientes, villancicos remezclados por Pitbull a todo volumen... y tú en el sillón, aburrido, pensando las ganas que tienes de que se callen todos mientras marcas con lápiz, en un plano de la casa, la salida de incendios (por si las velas).


Es que me agobio con pensarlo. Creo que no me gusta porque la vida me ha enseñado a odiar a las multitudes. Siempre que hay multitudes, me pierdo. Que si centros comerciales, que si mercados, que si partidos, manifestaciones, conciertos, y una larga lista más. 


Al final acabo huyendo cual comadreja hasta encontrar una esquina vacía, llamo a alguien que también haya ido y le digo: "Otra vez... sí... ven a buscarme... en la esquina... no sé cual... ¿olor?, *snif* a meado... sí... ¡ah, ya te veo!". Y se repite cada cuarto de hora.


De ahí que si veo a más de cinco o seis personas en una misma habitación me reconcomen las ganas de correr hacia una esquina y acurrucarme. Y más si esas personas bailan la Macarena. Y más si están semi-desnudas.


Hombre, he de reconocer que tiene cosas que valen la pena. Antes de las 12 son todos angelicales, majetes, con cara de buenos, y puedes hablar con ellos de una manera natural (luego se transforman, asco de gremlins). 


Así que, por esos momentos, por las vacaciones y por los esperados regalos inesperados, no odio la Navidad con toda mi alma. Aunque sí con gran parte de ella.


Y por el turrón. De chocolate. Los otros no me gustan.


P.D.: De esto, a los Reyes Magos ni palabra, ¿eh? Que luego me dejan tirado, como siempre hacen. Y eso que les dejo magdalenas...